La neurosis y la ética
Leo en la Gran Ética de Aristóteles:” La justa indignación, en griego némesis, es el medio entre la envidia, que se desconsuela al ver la felicidad ajena, y la alegría malévola, que se regocija con los males de otro. Ambos son sentimientos reprensibles, y sólo el hombre que se indigna con razón debe merecer nuestra alabanza. La justa indignación es el dolor que se experimenta al ver la fortuna de alguno que no la merece; y el corazón que se indigna justamente es el que siente las penas de este género. Recíprocamente se indigna también al ver sufrir a alguno una desgracia no merecida”
En este punto comprobamos que el accionar humano es contrario: nos alegramos del mal ajeno y envidiamos sin vacilar la felicidad del otro. Aunque se admira la grandeza del pensamiento aristotélico también se evidencia, su dificultad en pensar un sujeto humano más ajustado a lo real. El que se divide ante la desgracia del otro y no puede quedarse tranquilo con la plenitud del prójimo.
He dado – como se habrá notado – dos de las características centrales del deseo en las neurosis tal como las enuncia Jacques Lacan en la Dirección de la Cura y los Principios de su Poder (1958) repartiendo para la histeria y para la obsesión cada una de estas notas. El sufrimiento subjetivo de las neurosis, es, me parece, lo que pone de manifiesto la dimensión ética de un análisis.
Como escribió en su Seminario 7, La Ética del Psicoanálisis: “¿Qué debemos hacer para obrar de manera recta, dada nuestra posición, nuestra condición de hombres?”- agregando más adelante- “Este llamado me parece muy difícil de cuestionar cuando nuestra acción de todos los días nos sugiere que no estamos muy lejos de eso (…) en su comienzo se presenta con caracteres de demanda, de llamado, de urgencia teniendo una significación de servicio que nos pone mas al ras del suelo en cuanto al sentido de su articulación ética” - para concluir que - “esto no cambia nada sin embargo el hecho de que podemos al fin de cuentas (…) encontrarla en su posición integral; aquella que ha sido desde siempre el sentido y el propósito de los que han reflexionado sobre la moral (…) que han intentado articular las éticas”
De esta manera asignar un cometido ético al psicoanálisis no es agregar a él una deontología, ni una moralina, sino colocarlo en la vía de la decisión que es precisamente lo que el neurótico elude y por eso se fija en el semejante para desconocer - envidia o alegría malévola mediante- el goce que lo habita.
La dimensión ética del análisis se confunde con su cura: en definitiva, alejados de los espejismos de la moral, se trata de decidir como sujetos que somos, lo que vamos a perder para alcanzar una dignidad novedosa. La neurosis es, decididamente, un drama subjetivo que debemos colocar en una dimensión ética y no psicológica.
En este punto comprobamos que el accionar humano es contrario: nos alegramos del mal ajeno y envidiamos sin vacilar la felicidad del otro. Aunque se admira la grandeza del pensamiento aristotélico también se evidencia, su dificultad en pensar un sujeto humano más ajustado a lo real. El que se divide ante la desgracia del otro y no puede quedarse tranquilo con la plenitud del prójimo.
He dado – como se habrá notado – dos de las características centrales del deseo en las neurosis tal como las enuncia Jacques Lacan en la Dirección de la Cura y los Principios de su Poder (1958) repartiendo para la histeria y para la obsesión cada una de estas notas. El sufrimiento subjetivo de las neurosis, es, me parece, lo que pone de manifiesto la dimensión ética de un análisis.
Como escribió en su Seminario 7, La Ética del Psicoanálisis: “¿Qué debemos hacer para obrar de manera recta, dada nuestra posición, nuestra condición de hombres?”- agregando más adelante- “Este llamado me parece muy difícil de cuestionar cuando nuestra acción de todos los días nos sugiere que no estamos muy lejos de eso (…) en su comienzo se presenta con caracteres de demanda, de llamado, de urgencia teniendo una significación de servicio que nos pone mas al ras del suelo en cuanto al sentido de su articulación ética” - para concluir que - “esto no cambia nada sin embargo el hecho de que podemos al fin de cuentas (…) encontrarla en su posición integral; aquella que ha sido desde siempre el sentido y el propósito de los que han reflexionado sobre la moral (…) que han intentado articular las éticas”
De esta manera asignar un cometido ético al psicoanálisis no es agregar a él una deontología, ni una moralina, sino colocarlo en la vía de la decisión que es precisamente lo que el neurótico elude y por eso se fija en el semejante para desconocer - envidia o alegría malévola mediante- el goce que lo habita.
La dimensión ética del análisis se confunde con su cura: en definitiva, alejados de los espejismos de la moral, se trata de decidir como sujetos que somos, lo que vamos a perder para alcanzar una dignidad novedosa. La neurosis es, decididamente, un drama subjetivo que debemos colocar en una dimensión ética y no psicológica.
No es extraño que un sujeto así no se sostenga más que en la insatisfacción o en la imposibilidad.
Ricardo Gandolfo (Módulo Clínica de las Neurosis)