Me propongo en este texto un entrecruzamiento entre la mirada y el cuerpo. Creo que solo así podremos obtener algún avance en psicoanálisis de la mano de un “saber hacer”, que se pone de manifiesto, en cada uno de los artistas con los que estoy trabajando especialmente en el Malba. Artistas como Camille Claudel, Ana Mendietta y María Martins. En este caso la artista es una mujer. Y estamos en camino de situar como se plantean en este momento las marcas propias de la función del objeto artístico en la economía subjetiva de la artista que nos convoca en esta oportunidad. Se trata de Frida Kahlo. Frida es, reconocidamente, una de las mujeres más importantes del siglo XX. Su vida ha sido marcada por el arte, el dolor, el sufrimiento, el amor y la política. Inválida, postrada en la cama, hizo uso de la pintura para expresar y expresarse. Por un increíble talento, la pintura la trasformó en una artista. Frida logró construírse a si misma a partir de la invención. El psicoanálisis apunta a poder crearse en su singularidad sin ofrecerse al extravío en la rivalidad de las otras mujeres. ¿Por qué reitera Frida el autorretrato? Nos valdremos de este elemento, su arte, para pensar cómo Frida armó su aquello que pudo anudar su cuerpo. Un cuerpo despedazado por la poliomielitis y luego por un accidente, a lo que se sumaron las sucesivas intervenciones quirúrgicas a las que fue sometida. Un cuerpo fragmentado, un cuerpo deshecho en piezas sueltas. Escuchemos lo que nos dice de la experiencia de su cuerpo “Mi cuerpo es un marasmo. No puedo escapar de él. …Mi cuerpo me abandonará, a mí, que siempre fui su presa.” Su cuerpo, que en la diacronía del tiempo, fue quebrado, lastimado, herido, sometido a cirugías reparadoras y a prótesis, desplazado en sillas de ruedas y hasta en sus últimos días en camillas, pudo ser rearmado a partir del arte de la pintura. En la obra pictórica total proliferan como autorretratos: cuerpos que son registro y símbolo de su vida marcada por mutilaciones y enfermedades. De esta manera, Frida logra armarse un cuerpo. Recordemos a Lacan en su Seminario XI cuando nos dice :“El pintor entrega algo como alimento al ojo de quien lo mira, invita a deponer su mirada ahí”. Llegar a tener un cuerpo supone un vínculo con el lenguaje a partir del cual este cuerpo será experimentado de una u otra forma. De modo que no somos un cuerpo, sino que sólo llegamos a tenerlo. ¿Qué hace con la mirada? Con la mirada Frida puede organizar la envoltura que le otorga un cuerpo. ¿Qué hace con ese objeto que pudo ser extraído de su cuerpo? Lacan sostiene que el pintor pinta con el objeto a, deja la mirada en el cuadro, tal como el pájaro pintaría con sus plumas o una serpiente con sus escamas. A Lacan le interesa el arte concebido como un semblante que encubre lo Real. Lo dice de esta manera: “Lo fundamental es que el arte como objeto a se ubica en el lugar en donde escribimos el goce perdido” y en ese espacio , el artista en su obra ofrece algo de sí mismo que es material. Lacan, cuando se refiere a la experiencia del cuerpo nos dice que primero es la adoración, es decir adorar el cuerpo propio- una suerte de amor primario, no al A. Una adoración a sí mismo. Esto no es lo que ocurre con Frida. Ella padece de un cuerpo que la encierra. Un cuerpo sufriente. Un cuerpo dolido. ¿Qué ocurre cuando la pintura logra, la producción de un cuerpo, que deja de ser mera experiencia fragmentada, para ubicarse como un cuerpo unificado? Ella trata de armarse con la pintura de los autorretratos. Es importante que recordemos la necesidad que subraya Frida de pintar-se. A diferencia de Joyce, que con su obra pudo armarse un escabel donde se monta y construye un ego de reemplazo. Frida, en cambio con el arte de su pintura logra atrapar una mirada que la organiza como cuerpo. Dice Frida: “ Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mí misma que he podido”. Es interesante leer como ella misma acentúa el aspecto de semblante de esa identidad construida que se reitera en los autorretratos de las dos Fridas. Ella adquiere un ser a través de construirse un cuerpo, tenerlo por la pintura. Es desde aquí que podemos sostener que hay en Frida una consistencia imaginaria. Por otro lado, los invito a detenernos en este párrafo, justamente en ese punto donde ella no dice yo, sino que muestra una distancia entre ella misma y la imagen que arma a partir de la pintura. Hay una distancia, ella lo marca muy bien, entre el ser y el parecer. Subrayando el intervalo que hay entre ambas. Muestra su capacidad de invención, partiendo de este comienzo tan difícil que afecta la integridad de su organismo. Una mujer que con retazos de su historia, con piezas sueltas de su cuerpo roto, logra a partir de su pintura darle una envoltura a su cuerpo. El arte se vuelve el soporte de su puesta en escena permanente, ella con muletas, o con su doble, o con su médico, o con su corsé de hierro. La artista se divierte en reduplicar las formas, como si siempre llevara el espejo que le dio su madre hasta el espacio íntimo del atelier, que es también su misma habitación, y aun su lecho desde donde se desplegaron la mayoría de sus performances. Lo que hizo Frida con su cuerpo es justamente lo que hizo con el arte. O, para decirlo de otra manera, es a partir del arte que Frida pudo reconstruir su cuerpo como objeto. ¿Cómo pudo rearmarlo? ¿Por qué pintarse? ¿Por qué la predominancia de los autorretratos? Las representaciones que surgen en la obra de Frida, son representaciones, muchas veces oníricas, alegóricas, marcadas por símbolos. Es una obra caracterizada por la exuberancia de retratos y autorretratos, de Fridas muchas veces multiplicadas en la misma tela. Si bien es cierto que el cuerpo ha sido siempre tema y objeto de la creación artística, figura privilegiada en la pintura, en el caso de Frida es a partir de la creación artística y también de la escritura, donde su diario íntimo acompaña, con lo que ella pudo armarse una nueva subjetividad. Su obra ha conmovido al mundo. En la repetición de las Fridas la artista ha se ha ido transformando. Ha podido hacer resonar con su pincel el cuerpo del A. Es de esa misma manera que logra tomar una perspectiva a partir de una distancia entre su cuerpo como experiencia de un cuerpo roto y la imagen que le da consistencia. Ahora, sería interesante que podamos preguntarnos qué es el cuerpo para el psicoanálisis. Desde el psicoanálisis no sostendremos que es un cuerpo afectado por el dolor sino un cuerpo afectado por el lenguaje. El dolor de Frida ha sido tramitado por el lenguaje. Ese cuerpo imaginario ha tenido cierta consistencia a partir de lo Simbólico, desde sus pinturas, su diario, su correspondencia con su médico. Hablar con el cuerpo es lo que caracteriza al parletre, con lo cual se trata siempre de acontecimientos discursivos. El de Frida es un cuerpo que también goza , que es un cuerpo viviente, un cuerpo vivo. Tenemos así el goce que adviene al cuerpo como una operación efecto del significante. A partir de la confluencia de las operaciones de lo Simbólico, lo Imaginario como lo Real, que están presentes en Frida, es que desde el psicoanálisis podemos sostener que Frida ha logrado armarse un cuerpo. * Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Argentina de Salud Mental.