Pido un control al tiempo de iniciada la pandemia para hablar de asuntos atinentes a las modificaciones de la práctica. El analista me lanza tres flechas. Primero, al comentarle sobre mi sorpresa ante el deseo de los analizantes por seguir sus análisis vía remota me contesta que eso se trataba más de mi propio caso. Segundo, concluyo que mejor seguir controlando desde un caso en particular. Y tercero, agrega amablemente que mientras afuera predomina algo de lo muerto, el trabajo con un analista da lugar a algo de lo vivo. Touché!Por supuesto que he seguido llevando a los controles preguntas que exceden un caso en particular aunque no a la práctica, sobre todo en lo atinente a distintos dispositivos, como diré más abajo. Pero a partir de aquel control se reubicó mi posición en la práctica y en la clínica. Será de otro lugar el advertir qué de esto dará, si es que lo hará, en esa “vuelta suplementaria en el camino de circunscribir la causa del horror al saber” (1).Luego, sigo conversando con colegas, leyendo e investigando algunos temas referidos a este contexto, desde los excelentes boletines “Discontinuidad” o la serie de Grama, pasando por carteles, hasta una serie de encuentros para discutir clínica con los colegas de la NRC de Mza., Barriletes, noches de la Escuela, y demás. Me parece que un poco más y un poco menos, por acá y por allá, en esa andamos varios. Y no dejo de notar cómo nos hemos lanzado a la escritura, lo cual, si bien incluye siempre algo de lo testimonial, también va tejiendo, en ese mismo entramado, una ida y vuelta entre el instante de ver y el tiempo para comprender.Verán entonces que no tengo ninguna lectura que aportar, más bien se trata de la elaboración de otro prisionero en busca de un cálculo colectivo. Así es que voy al último punto que me interesa transmitir.Además de la sorpresa por los deseos de los analizantes, eso que en el primer control me valió un flechazo (en el tobillo); escuché también, en muchos contextos, el significante invención. Puse esto a la conversación con algunos colegas y, por supuesto, en un control a partir de un dispositivo en el que se demanda abordaje de los amigos y la escuela cuando un joven quita la vida, trabajo en el que vengo desde hace un tiempo, como parte de mi labor en salud pública.En esta última ocasión, en consonancia con los límites de la atención remota, me rehusé a trabajar con los jóvenes, a quienes no conocía, por vía telefónica. Sí lo hice con los docentes y el personal de la escuela pero no con los chicos. La escuela permanecía cerrada y, como bien corresponde a los protocolos, se mantuvo en esa posición. Así es que, articulando con referentes de la escuela y del barrio, armamos un primer encuentro con los amigos del chico en una plaza, respetando la distancia social y las medidas atinentes al protocolo que regía la provincia en ese momento.El encuentro con el pequeño grupo pone al trabajo la elaboración de un sentido en lo colectivo, cuidando de no hacer consistir fantasmas grupales y dando con puntos en donde el sin-sentido se hace sentir en la angustia. Para seguir desde allí, si se da la ocasión, a la ubicación de algo del sin-sentido para cada uno. No desarrollo este trabajo pero lo cito como algo que da cuenta de una invención, o al menos está en esa vía. Algo por el estilo podría decir de otros dispositivos que se están poniendo al trabajo a partir de este contexto como la atención a personas en situación de cuarentena obligatoria, la atención a niños y a familias que “se quedan en casa”, a sujetos con autismos, en donde el concepto de lo ominoso casi se literaliza y ofrece una clave de lectura clínica fundamental. Sin embargo, resulta necesario que aquel deseo que da lugar a la invención se plasme en una formalización, la cual redundará en la formación del analista, por un lado, y en el famoso “estar a la altura de la subjetividad de la época”, por otro.Creo que estoy en ese camino, en el que aún queda mucho por recorrer, siendo tal vez incómodo recorrerlo entre tantos, entre tantos varios, como si caminásemos por la ruta haciendo un scrum pero sin adversario, en un colectivo que de tantas redes se hace infinito, en una esfera cuyo centro está en todas partes o en la “humanidad” entera como colectivo, como le escuchamos decir a Miquel, allí por vuestros pagos. Última flecha: escuchar que los psicoanalistas (uno por uno) somos parte de ese colectivo(2) es una oportunidad (3), tal vez una contingencia, única.