
Lo femenino y el objeto
En el marco de las actividades mensuales del IOM y, a propósito de lo que se constituyó como objetivo de trabajo para el corriente año; esto es, abordar el “estatuto de la angustia en psicoanálisis”, el pasado 10 de Mayo del corriente año, la psicoanalista Graciela Napolitano desarrolló la cuestión de “Lo femenino y el Objeto”.
Con un estilo de transmisión que se caracterizó por la amplitud de los caminos recorridos como así también por sus precisiones conceptuales, dejó en claro la necesidad de leer el Seminario de “La Angustia” sin perder de vista las múltiples referencias que en él habitan, como así también la obligada remisión a los propios textos lacanianos que anteceden y suceden a dicha obra
La angustia es la “experiencia del objeto”, este fue el punto de partida elegido por Graciela Napolitano para iniciar un recorrido que, si bien es cierto, tuvo como hilo conductor la problemática de lo femenino y el objeto, no por ello dejó de lado cuestiones tales como:
-La angustia y lo siniestro. La alusión al fenómeno de lo ominoso de parte de Graciela se entiende en la medida que Lacan, en la primera parte de su seminario, busca articular la angustia a lo imaginario, para recién después articularla a lo real del goce. Siempre interesado en delimitar el objeto que precede a la angustia, Lacan en un primer momento, va a buscar en lo ominoso algo de ese objeto a. Precisamente, cuando en la escena de lo imaginario aparece aquello inesperado pero al mismo tiempo tan familiar como ajeno, es en ese momento que el sujeto tiene la experiencia del objeto y, en consecuencia, emerge la angustia.
- Las soluciones religiosas al problema de la falta: El sacrificio del lado de la religión judía, el masoquismo del lado de la religión católica y la anulación del objeto causa de deseo, del lado del budismo.,son tres posiciones que Lacan va a abordar en el seminario de La Angustia para contraponerlas a la salida que el discurso analítico tiene para ofrecer.
- La problemática del objeto en el clasicismo filosófico,y al que Lacan hace referencia para llegar a situar la verdadera naturaleza del objeto a, en oposición al objeto de la intencionalidad del cuál hablan los filósofos. Conviene recordar aquí la necesidad de distinguir los dos estatutos del objeto a que Lacan va delineando a lo largo del seminario.
-El problema de la causalidad: Que el psicoanálisis postule, no una causalidad racional, como los filósofos, sino una causalidad significante y otra sexual, esto no es sin consecuencias al momento de pensar la cuestión del “objeto” de la angustia. Un objeto que se pluraliza en diversas formas, que se despedaza en objetos extraídos del cuerpo, el pecho, la heces y el falo , en tanto objetos de la demanda, la voz y la mirada, en tanto objetos del deseo. Graciela Napolitano ubica aquí la importancia de saber leer el lugar que Lacan le otorga al cuerpo cuando trata el problema de la angustia, y que se revela en la función que le otorga al fenómeno de la detumescencia del órgano masculino en la economía del goce en el varón.
Ahora bien, a propósito de lo que fue la problemática central de su exposición, esto es, lo femenino y el objeto, Graciela Napolitano se apoyó en la referencia que toma Lacan del mito de Tiresias, ese mortal que comparte en sí mismo los dos sexos, por lo que sabe no sólo acerca del goce masculino sino también del goce de la mujer. La alusión al mito se comprende pues, lo que a Lacan le interesa en este seminario, es la relación que el lado femenino y el lado masculino tienen con el fenómeno de la angustia.
Es en este punto que Graciela Napolitano nos recuerda que, en este momento de la enseñanza de Lacan, surge una novedad, ya que la mujer es tratada como “aquella a la que nada le falta”, por lo tanto es “más verdadera y real” que el hombre. En la medida que el hombre “tiene” y “puede perderlo”, está más cercano a la impostura que hay detrás de toda exhibición de que se “tiene” o que se “puede.
Así, mientras el hombre está más sujeto a una política de recuperación del objeto, la mujer, en cambio, en la medida que no está sometida a la castración imaginaria,( tal es el sentido de la nueva fórmula,” a la mujer no le falta nada ”), su posición en cuanto al goce no depende tanto de su exigencias de reivindicación fálica sino más bien de su sujeción al deseo del Otro.
Que sea el hombre quien más está perturbado por el objeto fálico y no la mujer es la innovación lacaniana que Graciela Napolitano buscó situar a lo largo de su exposición, apoyándose en la referencia que Lacan toma de dos casos clínicos de Lucy Tower
Por cierto que, para aportar más claridad al asunto de la relación singular que la mujer tiene con el objeto, resulta decisivo articular el tema con los dos fantasmas fundamentales a los que Lacan reduce el goce de la mujer y el goce del varón. Si los hombres las quieren masoquistas a las mujeres, es justamente por su anhelo de recuperar, extraer, aunque sea de manera sádica, aquel objeto irremediablemente perdido.
El fantasma masoquista de los hombres significa que la mujer gozaría de ser el objeto del goce del hombre y, si las mujeres lo quieren Don Juan, es porque representa la imagen de un hombre al que nada le falta......y en esto se parece a una mujer.
Por último, para ajustar la cuestión de la angustia del lado femenino, Graciela Napolitano recurre a una cita: “Un verdadero deseo de hombre”, es eso lo que angustia a una mujer, porque la confronta al ¿qué me quiere? . La angustia aparece aquí como un momento necesario en el pasaje del goce al deseo.
En síntesis, la intervención de Graciela Napolitano sirvió para recordarnos que cualquier aproximación al tema de la angustia, exige de la referencia a los filósofos y de una reflexión sobre lo real; pues, a partir de Lacan, la angustia tiene un objeto: el a y lo más notable en su enseñanza es que lejos de considerar a la angustia como ese afecto que tiene la particularidad de perturbar al sujeto, más bien lo considera como una vía que sirve para producir el objeto. Ese objeto resto caído de la relación del sujeto con el Otro, por lo tanto, lo decisivo en la aparición de la angustia es la posición del sujeto con respecto al Deseo del Otro.
En definitiva, cuando de clínica se trata, es allí donde debemos prestar toda nuestra atención, esto es, en las diversas formas en las que el a se presenta para cada caso. Esta es la brújula que nos va permitir ir en dirección a una “solución “ que no sea ni la solución religiosa ni la solución neurótica.
Claro está que en el devenir de un análisis, el problema es también para el analista, quien deberá soportar el ser dejado como un “objeto”. Ser el resto, he ahí el desafío para los analistas, lo cual no es sin angustia. Este fue el punto al que Graciela arriba hacia el final de su exposición: la cuestión del analista y la angustia.
Matilde Travesí